Raíces, Universo

¿Conocemos el origen de nuestra península ?

¿conocemos el origen de nuestra península?

Sabemos gracias a las fuentes de las que disponemos, que no todos los pueblos que habitaron nuestro país pertenecían a la misma etnia ni compartían una única lengua

Cuántas veces nos habremos preguntado sobre el origen de nuestra península y solo hemos encontrado referencias mitológicas o asociadas a un pasado oculto e indescifrable. La tradición grecorromana, junto con los antiguos historiadores como Heródoto, nos engloba en una sola entidad: los íberos. Otros, como el geógrafo griego Estrabón, describen la Península a pesar de no haber viajado nunca a estas tierras. Tampoco podemos dejar de lado esa tendencia nacionalista de buscar un pasado común que unifique en una sola nación a los habitantes de la Península. Así, con el paso del tiempo, se intenta legitimar el poder asociando acontecimientos o hechos mitológicos a nuestra tierra, como el mito de la Atlántida o Las Manzanas de las Hespérides. Grandes gobernantes como Felipe II llegaron a considerarse en su tiempo como descendientes del propio Hércules, dada su relación con el décimo trabajo realizado  supuestamente en la actual zona de Cádiz. Fue el emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germano quién incorporó en su escudo de armas esas míticas columnas de Hércules, que flanqueaban, según Coleo de Samos, el estrecho de Gibraltar.

Como vemos, el origen primigenio asociado a nuestra tierra es de una tradición principalmente griega, pero mientras se desarrollaban las distintas guerras en oriente, nada se sabe acerca de los supuestos íberos. La posterior conquista Cartaginesa, el comercio con los fenicios y los griegos y finalmente la romanización de la Península, cuando recibe el nombre de Hispania, hace que perdamos el hilo de nuestra propia historia, de nuestra propia identidad cultural.

Toro Fenicio en Bronce (San Roque) por Balder Muñoz.

Actualmente, para profundizar en el tema, recurrimos a fuentes extranjeras, a fuentes secundarias o terciarias en vez de investigar sobre nuestro pasado en nuestros propios hallazgos. Quizás sea la falta de interés más que la falta de presupuesto, pero sin duda nuestra historia está presente en todo un cúmulo de piezas arqueológicas que no se han investigado ni se han traducido a día de hoy. La tendencia de agrupar en un conjunto a todos los pueblos que habitaron la península es un error tanto histórico como antropológico, pues sabemos gracias a las fuentes de las que disponemos que no todos los pueblos que habitaron nuestro país pertenecían a la misma etnia ni compartían una única lengua.

El origen primigenio asociado a nuestra tierra es de una tradición principalmente griega

Para acercarnos a ese origen hemos de agrupar, principalmente, en grupos lingüísticos a cada uno de los pueblos que habitaron la península antes de la conquista cartaginesa. Con ello ubicaríamos a lo largo de la costa mediterránea a todo un conjunto de pueblos de habla íbera, tales como los edetanos, los bastetanos o bástulos, los oretanos, los ilercavones y los ilergetes.

En el norte, agruparíamos bajo el idioma aquitano a otros pueblos donde se encontrarían los vascones, los jacetanos, los autrigones, caristios, várdulos y berones. Hacia el sur, desde la actual Portugal hasta Sierra Morena, situaríamos a los turdetanos junto con los tartesios. En la zona del río Duero se asentarían posteriormente los denominados pueblos arios o pueblos indoeuropeos, agrupados en Lusitanos y Betones; con la posterior incursión de los pueblos de habla celta divididos por el resto de la región en célticos, túrdulos, carpetanos, celtíberos y vacceos hacia el centro; turmogos y berones en el norte junto a cántabros y astures y, finalmente, galaicos y túrdulos viejos en la costa oeste.

La historia ha querido perpetuar una visión de Iberia como un conjunto homogéneo de tribus salvajes con meros conocimientos sobre el fuego y la fundición del cobre hasta el comienzo de los intercambios comerciales, tanto con los fenicios como con los griegos. Este modo de interpretar la historia genera un rechazo generalizado por parte de filólogos, antropólogos e historiadores a la hora de estudiar este panorama y mantiene un desapego hacia nuestros orígenes primigenios, tomando las fuentes clásicas como el único modelo civilizado digno de estudio.

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Balder Muñoz

Historiador y artista

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