El ‘beneficio’ de la queja
el beneficio de la queja
La utilizamos como remedio emocional ante una situación que nos produce frustración y no sabemos o no queremos atender. Hacernos responsables de ella y detectarla nos ayudará a atender nuestro malestar y transformarlo

Todos nos quejamos, de alguna u otra forma. Algunas quejas son muy expresivas; otras silenciosas, o como un suspiro. Las solemos utilizar como una manera de liberar un malestar interno. Una queja es una expresión de dolor, pena o sentimiento; es un resentimiento que se tiene por el comportamiento de alguien o una reclamación sobre una disconformidad con una figura de autoridad.
Así pues, la queja es una interpretación que se hace respecto a la interacción con otro (persona, situación, relación…) o bien sobre una situación que percibo o siento en mí. Cuando se lleva a cabo una interpretación, esta suele dar dos posibilidades: o me agrada o me desagrada. La queja aparece cuando la interpretación me hace creer que me desagrada esa situación, por lo tanto, se forma una sensación de malestar interno, que normalmente no sé cómo manejar, y lo más común es llevar a cabo lo que se conoce como proyección; es decir, buscar fuera la causa y el responsable de ese malestar interno.
La queja la utilizamos como un remedio emocional ante una situación que nos produce frustración y no sabemos o no queremos atender. Es uno de los remedios más utilizados en situaciones en las que sentimos que debemos tomar una decisión importante y nos da miedo ser los responsables de la misma, así que, nos contamos que es mejor “echar fuera” esa tensión y así los demás al oír nuestra queja, sentirán pena y nos prestarán su ayuda y no seremos nosotros los responsables absolutos, ya que habrá como mínimo uno que te habrá ayudado a tomar esa decisión.
Para poner en marcha la queja, nos tenemos que apoyar en emociones denominadas negativas como son la rabia, el rencor, la frustración, la impotencia… y este tipo de emociones dejará en nuestro cuerpo emocional y físico una información, que se pondrá en marcha la próxima vez que nos encontremos en una situación similar; es decir, se aprende a quejarse y de la misma manera se enseña a otros a cómo resolver ese “malestar interno”, quejándose. Y así, nos perpetuamos en el ciclo de malestar interno-queja-búsqueda fuera (culpable y/o apoyo).
Hacernos responsables de la queja
Hacerse responsable cada uno de su queja no quiere decir que dejemos de quejarnos, al menos de momento; quiere decir simplemente que empecemos a observar nuestra quejas, que no las soltemos sin más.
Podemos hacer un ejercicio práctico de observar nuestras quejas y ver ante qué situaciones nos solemos quejar (trabajo, familia, política, deporte…), con quién compartimos esas quejas o a quién responsabilizamos por nuestra queja… Cuando nos quejamos nos estamos contando que “si esto no estuviera en mi vida, o fuera de otra forma, yo sería feliz”, por lo tanto, eso es lo que me hace sentir mal. Esta creencia me lleva a una posición de víctima y a activar de nuevo esas emociones negativas, de las que nos hemos hecho dependientes sin darnos ni cuenta, es decir, necesitamos nuestra dosis de queja, para sentir esas emociones y volver a activar el ciclo de malestar interno- queja- búsqueda fuera (culpable y/o apoyo).
Esta manera de relacionarnos se ha convertido en un hábito y como tal, se puede cambiar. Cómo todo hábito, requiere de esfuerzo y compromiso con uno mismo, no porque sea difícil, sino porque está tan instaurado entre todos que vamos a encontrar más motivos para seguir emitiendo quejas que para dejar de hacerlo, a modo “si todos lo hacen, yo también”. Sin duda, en este mundo siempre va a ver algo por lo que me pueda quejar; no hay nada, ni nadie perfecto. Por eso siempre tenemos la excusa perfecta si así lo deseamos. Y algo aún más importante es que físicamente nos hemos acostumbrado a esa dosis de negatividad, y es algo que hemos de observar y aceptar, simplemente, sin culpa.
Puedes hacer un ejercicio práctico para observar tus quejas: detecta ante qué situaciones te sueles quejar (trabajo, familia, política, deporte…), con quién compartes esas quejas o a quién responsabilizas con esa queja
Pero una queja es una expresión que nos dice cómo nos sentimos sobre algo o alguien, por lo tanto, esa sensación es nuestra, está en nosotros y es ahí desde dónde se puede y se tiene que atender: desde nosotros. No quiere decir que no nos quejemos, pero sí que empecemos a aceptar que es nuestra interpretación de “eso”, y ahí tenemos una oportunidad maravillosa para poder atender nuestro malestar y poder transformarlo. De la misma manera, que nos gusta que otro nos escuche con nuestra queja y nos dé un aliento de calma, ese sentimiento, ese “malestar” necesita ser escuchado y atendido por su propio emisor.
El ‘beneficio’ de la queja puede ser perpetuar el ciclo de malestar interno- queja- búsqueda fuera (culpable y/o apoyo) y también la oportunidad de observar, comprender y trascender y soltar esa emoción negativa y cambiarla por otra que te traiga calma, paz y bienestar interior.
Este es un bello trabajo que te traerá beneficio individual y colectivo, ya que la queja lleva consigo una contaminación del ambiente, porque recordemos que para ponerla en marcha se usan las emociones negativas y cuando las compartes eso es lo que estás dando a tu ambiente, a tus relaciones. No es que no te quejes, si no que se utilice como una herramienta de aprendizaje. Una queja es una posibilidad de cambio: puede ser un ‘beneficio’ para todos.
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