Las nuevas matriarcas
las nuevas matriarcas
El relevo de las abuelas sigue desplegando las mesas de comedor y ponen todo tipo de manjares, siguiendo una tradición que mantiene la familia unida

Siempre he presumido de ser la más pequeña de la familia hasta mi generación. Con el tiempo, los primos han ido criando haciendo que lejos de estar al final del árbol, quede cada vez más por el medio. El síndrome de la reina destronada, pero con orgullo y aceptación del paso de los años. Qué le vamos a hacer.
Al igual que las generaciones cambian la posición de los miembros de la familia, la propia vida acaba modificando los roles. En estas fechas navideñas, los sabores y los platos suelen tener recuerdos asociados a grandes mujeres de nuestra vida: las abuelas. Esas que, por si hasta ahora no nos habíamos dado cuenta, eran las que daban sentido a la Navidad.
Las abuelas han sido esas grandes matriarcas que al llegar diciembre desplegaban las mesas de comedor y ponían todo tipo de manjares sobre ellas para cebar a hijos y nietos con el cocido con pelotas del día de Navidad o los 50 platos de aperitivos que se aglutinaban sobre ellas para que tras el primer picoteo, nadie tuviera espacio para el plato fuerte, que venía después. Pero al final entraba… ¡Vaya si entraba!
Esas matriarcas tenían la obsesión de mantener la familia unida (“eso es lo más importante”) y en Navidad este deseo alcanzaba su máximo esplendor. No siempre las familias han estado unidas como en esa estampa idílica y socialmente estigmatizada, pero si sucedía lo contrario, ya se encargaba el resto de hacer como que no pasaba nada. Todo sea por no verlas sufrir.
Las matriarcas han sido creadoras de recetas que se mantendrán generación tras generación; de alegrías compartidas cada diciembre; de tradiciones que lejos de ser losas de obligación, han contagiado el placer de compartir.
En estas navidades tan raras, veo que las nuevas matriarcas van cogiendo el ritmo. Ante nuestras viejitas cada vez con menos fuerzas, sus hijas (nuestras madres) mantienen el legado de la Navidad con mesas llenas y familia unida; al menos lo que permite esta dichosa pandemia. La presión por estar a la altura les hace comprar esos manjares que siempre han estado en casa de las abuelas para que no falte de nada y seguir haciendo que el paladar se asocie a personas en estas fechas. En vez de romper la tradición ante la tristeza de quien falta o quien ya no está con la misma fuerza que antes, enfocan su ilusión en que se mantenga lo que sus madres un día crearon y que estas, a su vez, heredaron de sus abuelas. Así lo veo al llegar a casa con esa salchicha secándose colgada de una cuerda de tender la ropa o con las almendras fritas y la mojama.
La Navidad han sido siempre las abuelas y tal vez no nos habíamos dado cuenta.
Y ahora son las nuevas abuelas, las que recién estrenan el título, las que crearán nuevos recuerdos imborrables.
¡Qué suerte poder seguir compartiendo!
Feliz Navidad
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