De generación en generación, Las emociones hablan

¿Pueden pasar los traumas de generación en generación?

¿Pueden pasar los traumas de generación en generación?

Podemos sentir frustración, desasosiego, miedo, desánimo y enfado sin saber que su procedencia es de un trauma psíquico vivido por nuestros ancestros. El duelo también puede ser transgeneracional

Sí. Se pueden heredar los traumas psíquicos de nuestros ancestros. Pero para comprender esto es importante saber que es un trauma y cuáles son sus mecanismos de funcionamiento.

Cuando vivimos una situación en la que nos exponemos directamente o percibimos una amenaza de muerte, daño grave o amenaza a la integridad física, podemos sufrir un trauma, aunque también si somos testigos de un suceso similar que le ocurra a otra persona o al ser conocedores de que alguna persona cercana ha sufrido un daño grave o ha fallecido.

En este tipo de situaciones es normal que la intensidad emocional sea tan fuerte que nos abrume y nuestra psique active ciertos mecanismos naturales para gestionar del mejor modo posible esas emociones que, de otro modo, podrían literalmente ocasionarnos graves dificultades como crisis de ansiedad, enajenaciones o cualquier tipo de somatización física.

En definitiva, estamos hablando de mecanismos mentales, emocionales, físicos y energéticos que nos ayuden a adaptarnos a las experiencias de exposición a la integridad física. Realmente el proceso siempre es el mismo y está sobradamente estudiado.

El proceso de duelo nos habla de cómo nos adaptamos ante la nueva situación tras el fallecimiento de un ser querido, aunque es un proceso que vamos a vivir ante cualquier trauma o shock. Es por ello que lo voy a escoger como ejemplo para explicar uno de los temas estrellas del análisis transgeneracional: las herencias de emociones no expresadas. Y es que cuando uno de nuestros ancestros reprimió sus emociones por motivos traumáticos, está estudiado que pueden nacer personas con la necesidad de expresar estas emociones asociadas a experiencias que jamás vivieron. Y esto puede dar lugar a que muchas personas dediquen sus vidas a descifrar el por qué de sus estados anímicos, sin terminar de solucionar lo que le sucede porque no suelen pensar que eso que sienten no les pertenece, sino que ha sido heredado como consecuencia de las experiencias de sus antepasados.

No sanamos un dolor hasta que no lo vivimos plenamente 

Marcel Proust

Tras el shock inicial que ocasiona la experiencia de perder a un ser querido, solemos comenzar un camino de adaptación emocional a la nueva situación que culmina con la aceptación total del suceso. La palabra duelo viene del latín ‘duellum’ (combate) y ‘dolus’ (dolor) y se refiere al proceso natural que vivimos cuando hay una pérdida irreparable y que se caracteriza por el conflicto interior entre una parte nuestra que no se cree lo sucedido y otra parte que, en cierto modo, sabe que debe caminar hacia la aceptación de la nueva situación.

Esta pérdida puede ser cualquier cambio vital, una separación de pareja, un embargo de una vivienda, la pérdida de un trabajo o el fallecimiento de un amigo o familiar, que es el caso más común cuando nos referimos a un duelo.

Las etapas del duelo

Para comprender el duelo es muy útil desgranarlo y conocer sus etapas. A continuación se exponen las nueve etapas del médico francés Salomon Sellam, aunque hay que aclarar que cada persona avanza por las etapas del duelo de diferente  modo y a distinto ritmo y no siempre se viven las fases linealmente ni de modo aislado. Suelen vivirse varias etapas al mismo tiempo y en diferente grado de intensidad.

  1. Negación. «No puede ser, no me lo creo». En el momento del shock inicial es muy natural negar lo sucedido y que nuestra psique borre sucesos y niegue emociones pensamientos, sentimientos, datos y todo aquello que concluya que es mejor ignorar para evitar reconocer el dolor que nos ocasiona. Cuando esta etapa se bloquea, muchas personas aseguran no recordar momentos de su vida como, por ejemplo, algunas épocas de la infancia.
  1. Regateo o negociación. Aquí comenzamos a concienciarnos de lo ocurrido pero no nos lo creemos del todo. Predominan los sentimientos de impotencia y culpa. Cuando existe una parálisis en esta etapa, la persona puede sentirse responsable en exceso de cuestiones que les ocurran a sus seres querido, desarrollando a veces mucho miedo a que le suceda algo, por ejemplo, a un hijo. Esto puede dar lugar a un excesivo control sobre él.
  1. Rabia, cólera, ira, enojo. La percepción de que lo sucedido es muy injusto da lugar a un enfado constante. Una falta de superación de esta etapa sostenida en el tiempo ocasiona que a algunas personas se les agrie el carácter y su ilusión por la vida decaiga. Podemos reconocer a personas que viven un bloqueo en esta fase del duelo por su enfado con el mundo, porque pocas cosas les viene bien y porque se enojan fácilmente o están siempre quejándose. Por la educación tradicional recibida, en occidente, es más común que esta etapa se bloquee en mujeres.
  1. Tristeza. Fuerte sentimiento de soledad. Y así se sentirán las personas que vivan en esta fase: solas, hasta que reconozcan el origen de esa soledad y lo solucionen. Por la educación tradicional recibida en Occidente, es más común que esta etapa se bloquee en hombres.
  1. Explicación. Aclarar por qué sucedió la pérdida y encontrar una explicación válida, produce de inmediato el desbloqueo de las etapas anteriores.
  2. Comprensión. Mientras que la explicación se refiere al entendimiento intelectual, la comprensión es una experiencia personal más profunda a todos los niveles.
  3. Integración. Es la conexión entre la comprensión y la aceptación. Es la fusión completa con la realidad, la incorporación de la pérdida a nuestra vida diaria. Una nueva persona más amplia, más expandida, más consciente, surge tras la integración de lo sucedido. Nada vuelve a ser igual. Todo es mejor.

  4. Aceptación. Este es el objetivo de cualquier transformación. Es un progreso que se culmina con la serenidad. Es la visión de la realidad sin rabia ni pena. Ya  no nos aferramos a lo perdido. El desapego es completo.

  5. Reinversión. Vuelta a la normalidad. Surgen nuevos proyectos, se recupera la ilusión al 100%, se aclaran los deseos y se camina hacia ellos. Tras la reinversión del duelo nos hemos convertido en una mejor versión de nosotros mismos.

Estas son las fases de un duelo y conocerlas nos ayudará a comprendernos mejor y a liberarnos de todo conflicto emocional interno. Estas etapas se viven ante cualquier situación traumática o de impacto emocional.

Además, algo muy importante es saber en qué etapa o etapas de las anteriores se bloqueó la asimilación del suceso. Y es importante tanto para el bienestar personal como para el de nuestra descendencia porque lo reprimido siempre es heredable. Y no vivir cualquiera de las etapas de cualquier duelo implica represión emocional. Por eso creo que es importantísimo tanto saber que podemos ser portadores y manifestadores de un shock vivido por nuestros antepasados como responsables de solucionarlo aunque no lo hayamos vivido. Y esto es así porque la solución tendrá consecuencias sanadoras sobre nuestra descendencia directa y las generaciones siguientes.

Ahora hazte las siguientes preguntas:

¿Sientes que algunas de tus emociones no son tuyas?

¿Has vivido el fallecimiento de alguien cercano?

¿Una separación?

¿La pérdida de tu trabajo o de tu hogar?

¿Alguna situación o etapa difícil en la infancia?

¿Has observado rasgos de carácter en tus hijos similares a los tuyos?

¿Te identificas con las etapas del duelo?

Aurelio López

Consultor en transgeneracional y crecimiento personal

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