Emociones y autoconocimiento, Las emociones hablan

¿Tomas decisiones o repites respuestas?

¿Tomas decisiones o repites respuestas?

Aunque creemos que somos conscientes de estar decidiendo continuamente, en muchas ocasiones repetimos lo decidido anteriormente sin actuar de forma coherente con lo que se piense y se siente

Esta mañana me he levantado sabiendo que tenía que decidir, tenía que tomar una decisión, llevaba varios días oyendo que tenía que decidir, …., de vez en cuando,  aparece esta idea en mi mente, “tomar una decisión sobre…”.

La mayoría de las ocasiones, ni siquiera somos conscientes de que tomamos decisiones continuamente: levantarte o no levantarte por la mañana, qué desayunar, qué vestuario elegir, y así durante todo el día, tomando decisiones continuamente. Sin embargo, si te paras a observar un instante, puedes darte cuenta de que en realidad, no son ‘decisiones tal cual’, son repeticiones de una ‘decisión anterior’, es decir, en algún momento de tu historia ‘tomaste la decisión’ de qué te gusta desayunar y es algo que se repite a diario; igualmente decidiste qué era lo apropiado usar de vestuario para ir a trabajar, para salir a hacer deporte o para ir a una velada formal o informal. Son acciones que se han grabado y el cerebro repite, podríamos decir que es una forma de ahorro energético, porque si no alguno de nosotros no se levantaría de la cama, porque no sabría qué decisión tomar.

Sin embargo, de vez en cuando, surge una circunstancia en la que se hace más evidente que hay que tomar una decisión y entonces, puedes ver realmente cómo se ha aprendido a hacerlo. Parece que en la vida hay decisiones más importantes que otras, a la mente le gusta ver diferencias y dar más o menos importancia a según a qué cosas. De ahí que nos contamos que hay ‘decisiones importantes en la vida’ o ‘decisiones sin importancia’. Es evidente que cada ser humano tiene un grado distinto a la hora de clasificar sus decisiones y dependerá de cómo cada uno perciba la situación; de ahí que ante unas mismas circunstancias cada uno tomará una decisión u otra y estará bien y será la que cada uno necesite en ese momento.

               Cuando nos tenemos que enfrentar a estas circunstancias en las que consideramos que estamos ante una decisión importante en nuestra vida, es un buen momento para PARAR y ver desde dónde se está tomando esa decisión: si se toma desde el repertorio de mis decisiones anteriores, si la copio de otros que ante las mismas circunstancias han tomado la decisión X, o lo uso para ver qué siento y qué pienso respecto a esas circunstancia.

Esto último, implica un proceso de introspección, de mirar hacia dentro, de ser honesto con uno mismo, de escucharse, y sin duda, de ponerlo en confrontación con el exterior, pero desde uno mismo. Es decir, atreverse a preguntar y escuchar tus propias respuestas sobre la cuestión a decidir.

Del pensamiento a la acción

Muchas veces, parece que pensamos mucho sobre lo que tenemos que decidir, incluso puede llegar a enfermarnos esa toma de decisión, pero ese acto solo se está quedando en el pensar y lo que está necesitando es dar un paso más y es bajarlo al sentir. Dejar que se muestre qué se siente respecto a esa decisión, permitir que salga la emoción que le acompaña de duda, de miedo, de soledad… Cuando se permite ese acercamiento del pensar y el sentir, se está más cerca de hallar la respuesta a esa decisión, porque cuando se permite que el pensamiento y el sentimiento se vean, por sí sola llega la respuesta y, en ese momento, se sabrá con seguridad la decisión que se ha de tomar: es lo que se conoce como actuar desde la coherencia entre lo que se piensa y se siente.

Muchas veces, parece que pensamos mucho sobre lo que tenemos que decidir, incluso puede llegar a enfermarnos esa toma de decisión, pero ese acto solo se está quedando en el pensar y lo que está necesitando es dar un paso más y es bajarlo al sentir.

Un ejercicio recomendable es compartir esa situación con alguien que te pueda acompañar sin juzgar y sin querer darte una respuesta, una salida, simplemente que te acompañe, porque la decisión es individual y cada uno tiene la suya. Nadie debe pretender que se la dé otro, esto no hará sino postergar en el tiempo esa toma de decisión, pues lo más seguro es que un tiempo después aparezca de nuevo, aunque pueda parecer que con circunstancias diferentes, parecerá que el escenario es distinto, pero la decisión es la misma.

También se puede hacer un ejercicio de manera individual, escribiendo en un papel qué se siente y qué se piensa, permitir poner “fuera”, de alguna manera, todo lo que está dentro. Esto por un lado hace que la tensión baje y te permite observar qué está pasando en ti. A partir de ahí, puedes acompañarte a ti mismo en esa toma de decisión. Y una vez que se toma la decisión, ya sea hacer algo o no hacer, lo más importante de las decisiones:

  • Ser amable con uno mismo: reconocer que no siempre se tiene porque saber qué es lo que más te conviene, observar y ver que la vida siempre ofrece momentos en los que se puede elegir de nuevo, abrirse a la idea de que no hay elecciones buenas ni malas, que todas son elecciones… Que una elección es una decisión de un instante, de un momento dado, que una vez tomada queda en el pasado y que el presente te trae otra nueva oportunidad, otra nueva elección que tomar.
  • Saber soltar las decisiones pasadas, no estar trayéndolas una y otra vez al presente, ya que, según el resultado de la decisión la usamos, bien para ensanchar el ego por la “buena elección” o para juzgarnos por la “mala elección”. Ni la una ni la otra: solo una elección que quedó en el pasado.

El acto de tomar decisiones es algo presente a lo largo de toda nuestra vida. Seamos más o menos conscientes, se decide continuamente, y, por eso la vida, de vez en cuando, te invita a que pares y te hagas consciente de cómo haces ese proceso. Cada día, cada instante hay una oportunidad para decidir de nuevo, aprovéchalo.

Cristina Martínez

Psicóloga y educadora social para La Paz

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